Resumen
Desde una posición
prescriptiva, podríamos definir al estado, como el papel atribuido a
una o más de sus instituciones en la producción de bienes,
regulaciones o servicios destinados a resolver ciertas cuestiones
problemáticas que plantea la organización o el funcionamiento de
una sociedad, así como los impacto y consecuencias que se derivan de
esas formas de intervención sobre la correlación de poder y la
distribución del producto en esa sociedad.
Si, en cambio, se analiza
ese rol desde la explicación o la evaluación del papel cumplido por
quienes actúan en nombre del estado, la perspectiva es diferente: en
estos casos, interesa comprender por qué esa actuación se produjo
de la manera ocurrida, en qué medida los resultados se ajustaron a
lo prescripto (si es que hubo manifestación explícita de qué se
buscaba con la intervención estatal), si se satisficieron las
expectativas de determinados actores sociales, si se alcanzaron, en
definitiva, los objetivos, metas y resultados que se aspiraba lograr.
Sostendré que el
análisis del rol del estado puede abordarse desde tres niveles y
perspectivas diferentes, si bien estos niveles se encuentran
estrechamente relacionados entre si. En un nivel, micro,
podría interpretarse el rol del estado observando las diversas
maneras en que su intervención y su “presencia” pueden
advertirse en múltiples manifestaciones de la vida cotidiana de una
sociedad, particularmente, en la experiencia individual de sus
habitantes. En un segundo nivel, que podríamos denominar meso,
el análisis se traslada a los contenidos y orientaciones de las
políticas públicas o tomas de posición, adoptadas por quienes
ejercen la representación del estado. Finalmente, en un nivel,
macro, podemos observar el rol del estado en términos de los
pactos fundamentales sobre los que se asienta el funcionamiento del
capitalismo como modo de organización social, es decir, el conjunto
de reglas de juego que gobiernan las interacciones entre los actores
e instituciones que integran la sociedad.
El nivel micro: un
día en la vida de Juan
Una mañana, muy
temprano, Juan se despierta en la humilde pieza que alquila desde
hace años. Todavía está oscuro. Enciende la luz, se afeita e
higieniza rápidamente, mientras escucha en la radio un valsecito
criollo. Se viste con la misma ropa de ayer, apaga la estufa
encendida antes de acostarse, toma unos mates con su mujer, ayuda a
su hija a ponerse el delantal blanco, sale al frío de la mañana y
camina las 12 cuadras de cada día hasta la estación ferroviaria.
Tal vez –se ilusiona Juan-, el año que viene pavimenten la calle
que conduce a la estación. El tren, como de costumbre, llegará
atrasado y en la terminal de Constitución, deberá correr y treparse
al colectivo que lo llevará hasta la fábrica. Todavía no sabe si
el sindicato decidió o no levantar el paro. En el apuro por no
perder el tren olvidó la vianda. Hoy -piensa Juan- deberá almorzar
en la fonda de la esquina. Alcanza a escuchar el “pip” de la hora
oficial en el momento de ingresar a la fábrica. Llegó a horario.
Como puede verse, una
historia cotidiana por demás simple. Pero agreguemos a esta historia
algunos datos aún no revelados. Estamos en 1952. Juan se despertó
en la pieza que ocupa con su familia desde 1948, por la que paga un
alquiler que el gobierno del Gral. Perón mantiene congelado a pesar
de la inflación. La radio emite ritmos folklóricos, porque el
gobierno obliga a las emisoras a transmitir, al menos, un 50% de
música nacional. Consiguió iluminar su pieza colgándose a la red,
pero como la empresa de electricidad es pública y el gobierno tolera
el “enganche” a la red de distribución, no le preocupa el
posible corte del servicio. La ropa que usa le costó muy barata,
gracias a que el gobierno dispuso que todas las tiendas ofrezcan
mercadería etiquetada como “flor de ceibo”, a precios muy
económicos. El día anterior, su hija había hecho la “cola del
querosén” provisto por la empresa estatal YPF y pudieron encender
la estufa. También, por suerte, ese año se había inaugurado una
nueva escuela a ocho cuadras de su casa y su hija ya no debía faltar
tanto a clase, como lo hacía cuando debía viajar a la anterior. La
municipalidad había anunciado la pavimentación de la calle que
conducía a la estación, pero Vialidad Nacional todavía no había
enviado la cuadrilla para realizar los trabajos. Desde la
nacionalización de los ferrocarriles, los trenes llegaban atrasados
y cada vez se viajaba peor, pero al menos, el boleto era muy barato.
También el del colectivo, que el gobierno subsidiaba. El Ministerio
de Trabajo y Previsión había dispuesto la conciliación obligatoria
en la fábrica y por eso, la jornada sería normal. Podría cobrar
seguramente el aumento dispuesto por el gobierno y así compensar la
inflación producida en los precios de los productos de primera
necesidad. Y a pesar de que había olvidado la vianda para el
almuerzo, la fonda de la esquina tenía un menú económico que debía
ofrecer a sus parroquianos, obligatoriamente. Cuando a las 12 sonara
nuevamente la hora oficial, la sirena de la fábrica anunciaría el
descanso del mediodía.
Mil historias similares
podrían mostrar cómo, en breves momentos de la vida cotidiana, el
estado está presente de múltiples maneras en las relaciones y
circunstancias de la gente. En cada momento histórico, el estado
puede intervenir en todas, en muchas o sólo en algunas de estas
vivencias sociales.
Por lo tanto, el llamado
“rol del estado” es una usual simplificación de las incontables
formas en que sus instituciones eligen producir determinados bienes,
ofrecer ciertos servicios, promover algunas actividades o regular de
modos diversos las interacciones sociales .
Para usar otra metáfora
orgánica, el estado proporciona a la sociedad su tejido conectivo,le
impone cierta dinámica, ciertas reglas para su organización y
funcionamiento, Es en este sentido que el estado puede concebirse
como la máxima instancia de articulación de relaciones sociales. .
En los tiempos de Juan
podríamos haber señalado que a partir de los datos aportados, sería
posible inferir cuál era el “rol del estado” en ese momento
histórico. Así, por ejemplo, el estado debía :
- Ser empresario, produciendo en forma monopólica, bienes y servicios .
- Asumir un papel activo en la inversión pública, financiando obras .
- Subsidiar parcialmente ciertos servicios públicos, mediante transferencias a empresas estatales o privadas, que permitieran mantener reducidas las tarifas que debían pagar los usuarios (como el transporte público) .
- Intervenir en los conflictos entre empresarios y trabajadores.
- Regular el funcionamiento de los servicios públicos, tales como la capacidad máxima de los transportes colectivos .
- Disimular, por razones sociales, ciertas transgresiones a las normas, pobladores pobres enganchados a la red de alumbrado público.
En definitiva, la vida de
Juan, como la de sus semejantes, sus oportunidades de progreso
económico y de realización individual, la educación de sus hijos,
las condiciones y estabilidad de su trabajo, sus posibilidades de
satisfacer ciertas necesidades materiales básicas, suelen verse
influidas y alteradas por las variadas 4 respuestas (tomas de
posición y cursos de acción) que, en esos diferentes planos y en
función de las relaciones de poder existentes, el estado decida
instrumentar en cada momento histórico.
El nivel meso: tomas
de posición y cursos de acción del estado
Toda sociedad debe
decidir de qué manera enfrentar y resolver los problemas que
plantean la supervivencia de sus miembros y la convivencia
relativamente pacífica del conjunto. En tal sentido, podríamos
referirnos a una “agenda social problemática” como el conjunto
de necesidades y demandas de las que se hacen cargo determinados
actores sociales, adoptando decisiones y llevando a cabo acciones
tendientes a satisfacerlas. En toda sociedad existe algún esquema de
división del trabajo según el cual esa agenda social es atendida
por cuatro tipos de actores diferentes: 1) las organizaciones
estatales, en sus diferentes niveles jurisdiccionales; 2) los
proveedores del mercado, mediante los bienes y servicios que ofrecen
a sus clientes; 3) las organizaciones de la sociedad civil, que
también prestan un número muy variado de servicios a la ciudadanía;
y 4) las redes sociales solidarias, que por lo general, de una manera
informal y discontinua, se hacen cargo de resolver problemas sociales
no atendidos por los demás actores o a los que la población no
puede acceder.
Visto como actor complejo
y diferenciado, el estado materializa su presencia mediante agencias
que asumen la responsabilidad de resolver una parte de la agenda
social. Pero en la medida en que esos problemas son incorporados a la
agenda estatal se convierten automáticamente en lo que con O´Donnell
hemos denominado “cuestiones socialmente problematizadas” (Oszlak
y O´Donnell, 1976). Dicho de otro modo, la “agenda estatal”
recorta y privilegia mediante la atención y los recursos de sus
instituciones, la resolución de una parte significativa de la
problemática social .
De hecho, este recorte
problemático no expresa sino lo que comúnmente denominamos papel o
rol del estado. Este rol es la expresión resumida de las cuestiones
de las que se hacen cargo sus instituciones, lo cual permite observar
de paso que el estado es, en última instancia, lo que hace.
La agenda estatal,
experimenta una continua metamorfosis. La incorporación de cada
nuevo asunto genera una tensión, que sólo desaparece cuando la
cuestión se “resuelve”. Resolución, en este caso, no implica
“solución” en algún sentido sustantivo; sólo significa que la
cuestión ha egresado de la agenda, sea porque el problema originario
desapareció o se resolvió por si mismo; o porque el estado a través
de un determinado conjunto de acciones ha eliminado su carácter
problemático; o simplemente, porque el estado ha decido postergar su
tratamiento o ejercer coerción sobre el actor o sector social que
pretende introducir la cuestión en la agenda estatal.
Las observaciones
precedentes permiten efectuar varias observaciones de interés para
nuestro tema. En primer lugar, son diferentes en cada caso los
actores sociales respectivamente favorecidos o perjudicados por los
cursos de acción iniciados como consecuencia del diagnóstico o toma
de posición. En segundo lugar, las políticas suelen generar grados
variables de antagonización social como consecuencia de sus efectos
negativos sobre ciertos sectores, lo cual puede, a su vez, originar
una nueva 1 Considérese, por ejemplo, el abanico de políticas que
en 1952 afectaban la cotidianidad de Juan, nuestro personaje
imaginario, frente al que, por ejemplo, afectarían hoy la vida
cotidiana de su nieto, Brian. La capilaridad social del estado, en
uno y otro caso, diferirían en la mayoría de sus impactos. 6
cuestión socialmente problematizada. En tercer término, toda toma
de posición y los cursos de acción subsecuentes, suelen dar lugar a
la creación de una o más agencias estatales responsables de
implementarlos o, si ya existen, a la asignación de recursos
necesarios para su atención.
El nivel macro:
pactos constitutivos y agenda estatal
Por
cierto, las decisiones y acciones estatales reflejan orientaciones de
política que, a la par de definir los alcances y densidad de la
intervención de sus instituciones, tienen profundas consecuencias
sobre la organización social existente .
Responden,
más bien, a una particular correlación de fuerzas políticas, es
decir, a relaciones de poder que expresan la vigencia de determinadas
reglas de juego en los vínculos entre actores económicos y
políticos, así como relaciones de mutua determinación entre
sociedad y aparato estatal.
En
segundo lugar, manifiestan una cierta modalidad de división social
del trabajo según la cual el estado asume un conjunto de
responsabilidades cuyo ejercicio y resultados afectan la suerte
relativa de los diferentes sectores de la sociedad, interponiendo
-para parafrasear una feliz expresión de O´Donnell- límites
negativos a las consecuencias potencialmente disruptivas de un
particular modo de organización social que, según la visión
hegemónica vigente, se considera deseable, Tercero, las
orientaciones de política estatal también fijan coordenadas para la
extracción y asignación de recursos (públicos y privados), en
función de variables criterios de equidad distributiva que, en
última instancia, afectan el ingreso, la riqueza, las oportunidades
y/o las condiciones de vida de diferentes clases o sectores sociales.
el
rol del estado está directa y estrechamente relacionado con los
pactos fundacionales de toda sociedad capitalista, es decir, de
aquellas sociedades en las que se requiere la intervención del
estado para morigerar las desigualdades sociales y los conflictos
distributivos que genera la concentración de la propiedad, los
ingresos y las oportunidades en manos de los capitalistas y otros
sectores asociados a sus intereses. Para ello, el estado ejerce su
monopolio sobre los medios de coerción, pone en juego su legitimidad
y emplea su capacidad de gestión. Estos pactos fundacionales pueden
conceptualizarse distinguiendo entre: a) un pacto de dominación, b)
un pacto funcional y c) un pacto distributivo.
PACTO
DE DOMINACIÓN :
define
al estado como el “garante y organizador del pacto de dominación”.
En definitiva, las sociedades capitalistas se organizan en torno a un
pacto político que fija las reglas de juego fundamentales que
gobiernan las relaciones entre las sociedades y sus estados.
El
segundo pacto, que podríamos denominar pacto funcional o pacto de
división social del trabajo, también determina, en parte, las
orientaciones del rol del estado y los contenidos de su agenda. Este
pacto define quienes son los agentes fundamentales del proceso de
acumulación de capital, a quienes deben confiarse las funciones de
establecer y reproducir las condiciones que permitan el desarrollo de
las fuerzas productivas o en manos de quienes debe estar la decisión
sobre el destino de los excedentes que genera la actividad económica.
En
tercer lugar, en toda sociedad (no sólo capitalista) existe alguna
suerte de pacto distributivo: ¿quiénes son los ganadores y
perdedores en la distribución de los ingresos y la riqueza?
No hay comentarios:
Publicar un comentario